Capítulo 3
Salimos al pueblo. Esperábamos que nos siguiese el mismo de siempre. Queríamos preguntarle acerca de todo esto para ver si sabía algo del asesinato fantasmal que nosotros veíamos recreado en demasiadas ocasiones.
No hubo suerte. Así no íbamos a terminar nunca por lo que decidimos ir a mirar en los archivos de la imprenta general todos los periódicos de tal fatídica fecha, la cual me dio desde la jefatura el policía retirado. - Lunes 1 de febrero de 1905.
Tuvimos que coger un tranvía para llegar. Entramos dentro. Salió el editor limpiándose la tinta de las manos con un paño blanco.
- ¿Qué desean ustedes? - preguntó
- Queríamos ver los periódicos del año 1905, concretamente los de febrero - dijo Lovis.
- ¿Busca alguna noticia en concreto? - volvió a preguntar.
- El ase... - dijo Lovis interrumpido por mí con un codazo.
- Simplemente - continué - queríamos ver lo que pasó ese año. Somos escritores y estamos recopilando información sobre los pueblos de alrededor de la capital.
- Pero, ¿Por qué precisamente ese año y los de febrero? - insistió el editor.
Me quedé mirando a Lovis. Había metido la pata. Quizás pensó que podíamos comentarlo alegremente. Pensé un instante. Estaba muy nervioso.
- Si no me dicen el motivo, no les podré dar los... - le corté dando un manotazo en la mesa.
El editor se calló. Se dio la vuelta y se metió al interior por una puerta lateral. Al cabo de un rato salió con un montón de periódicos.
- Estos son los de 1905 - dijo - busquen lo que deseen. Cuando terminen, vuelvan a colocarlos por orden y márchense - se volvió a meter dentro con aspecto asustadizo.
Fuimos a ver directamente los de febrero. Había veintiocho, uno por cada día colocados por fechas del Lunes al Domingo.
Empezamos a leer desde el del día uno y en primera plana del mismo aparecía la noticia que buscábamos:
- Muerto el abogado que investigaba el atropello del niño producido el mes pasado - leí controlando mi voz para que el editor no me oyera - el cuerpo lo encontró sin vida el agente Smith en mitad de la calle Quex. Un testigo de un hotel situado en la misma calle declaró que había visto desde la ventana a unos hombres que decían: “ Nadie podrá demostrar ahora que él era el que conducía la carroza robada del museo “ - continué leyendo.
Me di cuenta que tenía relación con el misterio que rondaba por el pueblo y empecé a leer los periódicos del mes anterior uno a uno.
En uno de ellos aparecía en un recuadrito la noticia del citado atropello producido por una carroza que desaparecía del museo misteriosamente los dos primeros Lunes del mes y los días de luna llena.
Esta era la confirmación de la realidad de la leyenda.
Aterrados, volvimos a colocar los periódicos como estaban y nos fuimos sin despedirnos dejando la puerta entreabierta.
A la vuelta, vimos al extraño hombre andando detrás de nosotros. Había subido al tranvía que cogimos para regresar. (Continuará...)
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