sábado, 30 de agosto de 2014

CONTINUACIÓN

Estamos ya en casa mi hija Marisa, mi amor Alfred y yo. Nos dirigimos los tres apenados y cabizbajos a la salita de estar. Ya no está el sonido de los niños corriendo y riéndose por mi morada. Se ha ido casi toda la luminosidad y la alegría juvenil de aquí.

Nuestra cocinera hoy libra. Me ayuda mucho. Tenía antes una doncella que ejercía a la par de niñera. Se llamaba Dorita. Por desgracia, falleció el año pasado, de lo que ella siempre decía, de vieja. También es una persona muy querida en la familia como nuestra niñera Linda. Me acompañó en toda la infancia y adolescencia de mis hijos. La he dedicado un capítulo entero del libro de mis memorias. Se titula:

"La mujer a la sombra de una gran familia.. Sin querer deslumbrar, pero brillante..."

Mi marido se ha levantado y nos ha preparado sendas tazas de café capuchino con doble de crema y unas pastitas de chocolate. Las saboreamos, son de las cajas pequeñas del restaurarte francés. Cada envoltura tiene el siguiente mensaje escrito:

"Sueños de chocolate, deseos de dulzura... Pida su deseo especial..."

El mío es unos minutos más con mi gran amor Daniel Simith, aunque sólo sea un pequeño paseo por las praderas de la casa de la Srta. Dexton, mi cortada, agarrados de la mano fuertemente:

"-  Cariño, ¿cuándo me vas a presentar a tu padre? -  me preguntó Daniel dándome un pequeño beso en mi mejilla.

-  Cuando cumpla los dieciocho -  lo respondí yo  -  si nos descubre antes, se impondrá a nuestro querer.

-  Nadie se meterá entre nosotros. Seremos más fuertes  -  me dijo dibujando un corazón en la tierra con un palo muy largo. En el centro, nuestras iniciales y una gran flecha. 

Una ráfaga de viento se lo llevó por los aires. Presentí que era un mal presagio y pasé muy mala noche.

(Continuará...)


domingo, 17 de agosto de 2014

CONTINUACIÓN

Ya está, todos embarcados en el avión rumbo a su destino, sus hogares a dos horas y media de vuelo. No es mucho, pero es demasiado lejos para ir de visita los Fines de Semana.

Mi hijo Alfred Segundo y Daniel, son mis hijos varones y siempre me han dado muchas alegrías y satisfacciones, aunque también algún que otro disgusto. Por cierto, he impreso ya hasta el último día de ayer y lo voy encuadernando en el archivador. He puesto el título a mi vida: "Los suspiros se escapan por el horizonte y Alicia sigue mirando con sus prismáticos". Uno muy original y ocurrente, pienso.

Hemos comido en el restaurante del aeropuerto un tentempié mi hija Marisa, mi amado esposo Alfred y yo. Un momento muy triste. Hablamos sobre la educación de mi nieta Andreita y de su añorado esposo André.

-  Mamá, ¿cuándo vas a llevar el manuscrito de tus memorias a la editorial? -Me preguntó Marisa.

-  Todavía no hija -  la respondí yo -  quiero seguir escribiendo en él mis vivencias del día a día. Vosotros también sois los pilares importantes, incluso más que en el pasado.

Hemos pedido nuestros típicos cafés capuchinos con mucha crema. No han pasado ni media hora y ya estoy echando de menos a mis dos hijos. Recuerdo cuando nació el primero. Lo tuvimos con mucha ilusión. Sin duda, le pusimos el nombre de mi gran amor, mi marido Alfred. Se llama como su padre, nuestro gran aliado. Pero al segundo, convencí a mi esposo, para ponerle el nombre de Daniel, rememorando a mi primer novio, Daniel Simith.

Cada vez que veo a mi segundo hijo varón, recuerdo a mi pareja del pasado, pero es sangre de mi querido y amado Alfred Tomson. Es una trampa mía a la cruel y a la par, bendita realidad. Hay dos sentimientos encontrados y enfrentados en mi hijo varón pequeño. La memoria de mi primer amor Daniel, sobre mi bonita historia de una relación de amistad, cariño y complicidad, mi actual esposo, padre de mis hijos. Pero.. ¿quién es mi verdadero amor...?

Me acuerdo ahora mismo de mi añorado Daniel, mi primera pareja cuando me aconsejaba para mi vida:

"- Tienes que ser tu misma. No siempre debe de ser lo que yo quiera. Vuela, sueña, imagina y mañana dime lo que deseas tú con toda tu alma y así lo haremos".

(Continuará...)


lunes, 4 de agosto de 2014

CONTINUACIÓN

Nos volvemos ya después de tan grata tarde. Mi hijo Alfred Segundo ha pagado la comida y se ha llevado los pedidos. Ha salido un poco caro. Este restaurante francés es uno de los más exquisitos de la zona, pero merece la pena por los momentos tan preciosos.

Nos montamos en los vehículos todos. Los más pequeños están dormidos, es su hora de la siesta. Arrancamos los motores y regresamos a nuestra hermosa morada, donde resido hace muchos años y tengo mucho vivido. Muchos recuerdos buenos y otros malos, como todo en la vida.

Hemos entrado ya en el porche y en el garaje. Nos dirigimos Marisa, Alfred Segundo y yo a la cocina a depositar los platos y bollería francesa en el frigorífico. El resto, han acostado en sus camitas a mis nietos y los mayores se han quedado jugando en la planta de arriba. Se aproxima la hora de la cena con poco apetito. Hemos preparado queso fresco y lonchas de jamón. Algo de comer ligero para un día intenso, lleno de luminosidad y de armonía para mí. Soy muy feliz.

Mañana se marchan mis hijos varones con sus mujeres y mis niños. Menos mal que este año, mi querido destino me ha regalado que mi hija se quede unos meses conmigo hasta que dé a luz. Una gran alegría, aunque me duele porque está ella muy lejos de su hijita Andreita y de su marido André.

Se han ido todos ya a sus dormitorios y yo, como es habitual cada noche recostada en mi cama y apoyada en mi almohada de plumón, abro mi diario y me pongo a rememorar los pasajes más emotivos de mi primera existencia. Hoy he echado de menos a mi querido padre, Ricardo Doman y a mi hermana Marie, pilares fundamentales en mi vida también. Recuerdo cuando mi padre abrió los ojos cuando estaba en la cama del hospital.

"-  Sr. Doman -  dijo el médico general susurrándole - Sr. Doman... 

-  ¿Dónde... dónde estoy? - contestó mi padre con un tenue hilo de voz.

- ¿Recuerda usted su nombre? -  le preguntó el médico -  se encuentra usted ingresado.

- Sí, soy Ricardo... Ricardo Doman - susurró mi padre -  ¿qué me ha pasado?

- Ha estado usted en coma profunda - le explicó el doctor - pero, no se preocupe, es muy buena señal que recuerde usted su nombre después de tanto tiempo dormido. Se pondrá bien.

-  Que pasen las niñas - pidió el doctor adjunto -  sólo unos minutitos.

Pasamos y vimos que se había cumplido nuestros rezos. Había sido un milagro. Los especialistas no daban muy buenas esperanzas. Marie y yo, le vimos sus ojos abiertos y nos mandó un beso con su mano. Se lo devolvimos las dos. Otra vez teníamos a papá con nosotras, aunque debía de permanecer en el hospital más tiempo hasta su total recuperación. Salimos todos, incluido Daniel Simith, que me invitó a comer a la cafetearía de la otra planta. Mi hermana vino de carabina. Él es, sin duda, mi primer gran amor".

Recuerdo su último beso antes de fallecer. La estrella en la que está su dulce sonrisa es la situada al lado de la Luna, su cuna y mi falso simulacro de su memoria.

(Continuará...)