viernes, 18 de septiembre de 2015

CONTINUACIÓN

- Tomás, Tomás  -  volvió a repetir el bibliotecario -  corre, corre. Llevo muchas horas aquí.

Después de veinte largos minutos se divisó los focos de luz del automóvil de su ayudante. Carlos John Pérez respiró muy aliviado, pero le duró la tranquilidad muy poco tiempo. La tétrica música volvió a sonar repetidamente y volvió a entrar otro SMS. Muy asustado leyó el mensaje. Con la mirada llena de terror y pánico, clavó sus ojos en las letras.

-  ¡Uyyyyy!  -  citaba así el mensaje  -  Tomás llega, pero ten cuidado de no contarle mis amenazas. Será nuestro secreto. Secretos de tu próxima muerte. Te seguiré cada uno de tus pasos...

El coche de Tomás se acercaba a él cada vez más. Sonaron varios pitidos de otro SMS que sobresaltaron a Carlos John aún más. Lo leyó con mucho miedo:

-  Estés donde estés estaré ahí observándote...

Se detuvo su ayudante y el bibliotecario bajó su ventanilla. Muy nervioso le dijo a Tomás:

-  Date prisa, hijo. Este sitio es muy tenebroso y va caer la noche.

Después de media hora retomaron la marcha de vuelta a John Smith. Habían remolcado el coche averiado y el librero de préstamos se sentó en el asiento del copiloto. Iban muy despacio. Era una carretera secundaria y no se veía absolutamente nada. Los focos de iluminación estaban sólo en las carreteras principales y comarcales. De improviso, llamó alguien al móvil del bibliotecario.

-  ¡Qué raro! - exclamó Carlos John  -  si no tenía nada de batería. ¿Quién... quién es?

-  Holaaaa  -  contestó un señor con la voz muy misteriosa y ronca  -  soy yo, tu muerte. Tomás Jiménez tomó un café contigo en el local de la Quinta Avenida... A lo mejor sabe algo... Ja, ja.

(Continuará...)


viernes, 4 de septiembre de 2015

CONTINUACIÓN

El móvil del bibliotecario sonaba constantemente. La música era muy fúnebre y tétrica. Cada quince minutos entraba otro amenazante SMS. Las amenazas lo ponían cada vez más nervioso. Estaba atardeciendo y la noche se le vendría encima en muy pocas horas.

-  Ja, ja, Carlos John Pérez -  así se llamaba el librero de préstamos-  Te queda poco para morir, ja, ja. Al caer la noche, el cielo de luto subirá hoy sin sus estrellas y su luna caerá al abismo de tu lenta muerte. Ja, ja.

Carlos John volvió a intentar echar el aceite corporal en el depósito. Con movimientos de mano muy rápidos lo untó bien por todo el tubo conector, lo intentó arrancar varias veces hasta conseguir calar del todo el motor de arranque. Los SMS entraban cada vez más pronto. Un total de veinte en la última hora. El último citaba así:

-  Ja, ja. Ya está respirando detrás de tu nuca. La noche ha caído ya. Tengo a su luna en el pozo del olvido. Las estrellas han perdido ya todo su brillo...

De improviso, se oyó una voz. Era su ayudante. Había venido desde la pequeña ciudad, "John Smith". Lo llamó el librero anticuario de la otra ciudad, la colindante con el riachuelo de las altas montañas avisando que Carlos John Pérez no había acudido a su cita. Preocupado, volvió a gritar muy fuerte:

-  Sr. Pérez. ¿Dónde está? No diviso nada en la oscuridad...

Los chillidos venían de la carretera principal. El bibliotecario estaba en una de las secundarias. La otra iba directamente a la capital.

-  Tomás, Tomás  -  exclamaba éste muy aliviado  -  estoy aquí. En la carretera comarcal.

La respiración de la muerte estaba cada vez más cerca. Carlos John se dio la vuelta y observó a una figura de un hombre encapuchado con una capa de color negro. Medía casi dos metros con veinte. Se fue corriendo y a los pocos segundos, volvió a sonar el pitido de la entrada de otro SMS. Se iluminó el móvil con una luz muy poderosa. El bibliotecario leyó, con el pánico clavado en su mirada por aquel tenebroso señor, el texto.

-  ¿Quién es Tomás?  -  decía el mensaje -  de momento te ha salvado la vida, pero... mañana podrás morir. Mira bien donde pones el pie. Una pisada en falso y estarás muerto. Ja, ja.

(Continuará...)