lunes, 21 de marzo de 2016

CONTIUNACIÓN

La tormenta seguía con su peculiar música sobre los cristales del edificio. Antonia, la comercial, cerró de golpe el negro abanico del gran esqueleto.

-  Con este mal tiempo no nos va hacer falta  -  asintió Antonia  -  ¿tiene usted aún sofocos Sr. Pérez?

-  Deje usted el abanico sobre la mesa  -  contestó el bibliotecario  -  con estos sobresaltos a lo mejor me desmayo de un soponcio.

-  No es para tanto  -  exclamó la comercial  -  yo soy tu muerte pero sólo si no sigues las instrucciones o nos fallas delatándonos.

De improviso volvió a entrar el ayudante Tomás, todavía estaba medio poseído del demonio al que llamaban Dios adverso, se dirigió con los ojos en blanco al comercial varón.

-  Ramatán II, Ramatán II  -  interrumpió a Muerte.

-  Dígame Dios adverso  -  le contestó el comercial Alfonso.

-  Sube los ejemplares de la furgoneta  -  continuó el demonio  -  Aquí está el contrato firmado y con el sello de la biblioteca. Me lo ha firmado Tomás Jiménez, el ayudante del propietario. ¿Yo...? Yo estaba fuera de su cuerpo y también del astral.

Un gran estallido se oyó. Era un gran trueno. Todo quedó otra vez en tinieblas y la linterna se fue apagando poco a poco. Muerte volvió a silbar su típico extraño silbido.

(Continuará...)