lunes, 21 de noviembre de 2016

CONTINUACIÓN

Finalmente, Martha Maxtin falleció. Muy lentamente su respiradero se fue apagando y su viejo corazón dejó de latir. Muerte, Ramatán II y Dios adverso desde Tomás Jiménez el ayudante, seguían silbando su tétrica canción, todos al unísono.

El propietario de la biblioteca Carlos John rezó por su alma enervando a los tres espíritus del gran mal. Las trece estrellas de Damart rodearon de luz a la anciana y la diva del Bien, la diosa Senatta, ordenó elevar su cuerpo sin vida al primer cielo, donde habitan las ánimas que aguardan entrar a los trece cielos.

-  ¡Ex-carcelero!  -  gritó la diva del Bien  -  esto no quedará así. Os tendremos vigilados.

-  Han anulado nuestros conjuros protectores  -  comentó susurrando una de las hadas  -  tienen a uno de los infiernos invocados en sus silbidos.

-  Ni las divas, ni las hadas  -  comentó riéndose Muerte  -  ni tan siquiera tú Diosa Senatta habéis podido con nosotros. ¡Ja, ja, ja!

-  ¡Diosa Senatta!  -  gritó Dios adverso  -  te cambio la vida de la vieja por una de tus trece estrellas de Damart.

-  Toda tuya, mal demonio  -  exclamó una entidad de luz  -  soy Dios Ratt, el dios de los muertos inocentes.

Una de las trece estrellas fue a caer volando en el brazo izquierdo del poseído Tomás. Se la portó en las manos de Muerte.

-  Poséela Muerte y cambia su bien por nuestro mal  -  le ordenó Dios adverso  -  Tú, Ratamán II saca a la vieja y a los camilleros médicos de aquí por la ruta subterránea, la de mi primer infierno.

Muerte empezó a silbar su típica canción tétrica y Ramatán II bajó al infierno a Martha Maxtin, al médico y al auxiliar de la ambulancia.

De repente, otra gran tormenta estalló en la pequeña ciudad y en toda la comarca.

(Continuará...)