En la biblioteca el propietario Carlos John Pérez seguía observando blanquecino totalmente. Diosa Senatta se llevó a todo su súbdito de divas y hadas y gritó mientras volaba hacia el techo:
- ¡No quedará así, mal demonio!
- No te preocupes Senatta - exclamó el Dios Ratt - como el dios de los muertos inocentes rescataré a los tres fallecidos que acabas de secuestrar para tus cárceles, Dios adverso. En cuando a la estrella de Damart robada...
De improviso, se oyó un gran estruendo, era Ratamán III el nuevo carcelero, primo II del ex-carcelero, ahora Alfonso de humano.
- ¿De dónde vienen estos tres difuntos nuevos? - preguntó el carcelero nuevo - no tengo llaves ya.
- ¿Por qué? - preguntó Dios adverso - ¿por qué no tienes llaves de las celdas? Hay muchas...
- Son demasiados, mi amo - respondió Ramatán III - debo de guardar para las ánimas malas que bajan del purgatorio y para los nuevos difuntos negros.
- Coge la estrella de Damart carcelero y haz infinitas copias - ordenó el dios demonio y coge siete para las celdas. Ramatán II te citará un conjuro y Muerte te silbará sus sílabas.
- Así lo haré, mi amo - volvió a responder Ramatán III.
- No la pierdas, carcelerillo - exclamó Dios Adverso - o volverás a ir al calabozo como esclavo y tu Muerte hipnotiza a los dos dioses y todas sus divas y hadas para que no recuerden nada.
La comercial mujer, Muerte, empezó a silbar su tétrica y peculiar melodía, todos quedaron medio dormidos a excepción del Dios Ratt, se hizo el hipnotizado mientras robaba una de las biblias de edición nueva.
Otra tormenta llegó a toda la comarca y la pequeña ciudad quedó otra vez sin luz...
(Continuará...)